Pedro Lencina será el Agricultor de Honor 2019

Pedro Lencina Lozano nace un 16 de septiembre de 1948, hijo de Pedro y Antonia, en Jumilla en la calle Barrio Iglesias, 21, viviendo aquí junto a sus padres y su hermana pequeña, Laura.

Prolongando esta misma calle en dirección este, llegamos a la calle Ortega y Gasset donde vive en la actualidad desde 1972, cuando contrajo matrimonio con María Guardiola Hernández, fruto de este matrimonio nacieron tres hijas y un hijo, Antonia María, Pedro, Águeda y Miriam.

Pedro:

Se podía decir que empecé a caminar en el campo, en la solana del ardal, terreno pedregoso, imaginaros en este suelo los equilibrios que hay que hacer para mantenerse en pie. Los primeros cuatro años de mi vida los pasé con mis abuelos maternos, José y Francisca, y desde que tengo conocimiento empecé a colaborar en las tareas del campo aunque solo fuera cortando y cogiendo hierba para conejos, criados por entonces en semilibertad, dentro de unos hoyos cavados en la tierra de dos metros de hondo por unos 50 metros de largo, rodeados de espino para que los zorras u otros depredadores no se las comiera; allí se criaban totalmente libres y haciendo sus propias madrigueras.

A la edad de 8 años empecé a labrar con la mula de mi abuelo José, con unas estebas acopladas al arado para facilitarme el control de este.

La única escuela a la que asistí fue en la ermita del ardal transformada en colegio y situada en la casa de los inques lindando con el término de Yecla, asistiendo a esta durante unos cuatro años, aprendiendo lecciones básicas de escritura y operaciones de sumar y restar.

Por aquella época ya había guardas forestales, que recorrían los diferentes parajes, el que pasaba por el ardal,” Andrés”, me ponía a escribir, hacer dictados, me enseñó las cuatro reglas básicas y los problemas hasta regla de tres.

En el año 1960, con 12 años ya trabaja con las cuadrillas haciendo las labores del campo como uno más; segando, poniendo viña, vendimiando o cogiendo oliva, lo que se realizaba en cada época del año. En el año 1969 la agricultura comienza a mecanizarse y mi padre compra un tractor (el más económico y duro de ese momento) un barreiros modelo 4000 de 40 caballos, pasamos de labrar con mula y un solo arado hasta llevar siete brazos, o sea una tabla de viña entera, menudo adelanto y encima con faros, lo cual te permitía labrar de noche, así como la gran diferencia en el viaje de traer la uva al pueblo y no con el carro y la mula.

El barreiros duro poco en casa, tenía un defecto, que frenaban muy poco y un día labrando me descuidé y acabé en el fondo de una rambla, por suerte no pasó nada, siendo este el motivo de cambiar a otro modelo, john deere 20/20, esto ya era otra cosa. En aquella época se dio una gran transformación en todo el campo gracias a la maquinaria. todo el mundo quería probar a labrar con los modernos tractores, siendo una gran revolución agraria.

Había mucho trabajo, habiendo muchos avances para los tractores, todos los que uno pudiese imaginar.

Con la idea de independizarme llegue con mis padres al acuerdo, que ellos me cedían el tractor para que ganase mi sueldo labrando a terceros, y yo a cambio cultivaría la finca familiar hasta que decidirán repartir esta entre mi hermana y yo, pudiendo de esta manera contraer matrimonio con mi maruja, el 27 de agosto de 1972.

En ese mismo año compré otro tractor ya propio, un john deere, algo más moderno de 57 caballos modelo 16/30 el cual todavía está en activo en este momento, y la casa donde vivo en la actualidad, la cual no tenía todavía instalación eléctrica los primeros meses de casados. Como bien dije anteriormente, los tractores llevan faros, por lo que entre la noche y el día no hay pared, por lo que había que echar largas jornadas para poder vivir, pagar la casa y por supuesto las letras del tractor.

Como no tenía tierras en propiedad, solicité al ayuntamiento que me cediese unos arreturados o desmontados de la solana del ardal que no estaban cultivados, llegando a juntar 14 hectáreas, y, por otro lado, poniendo de viña 21 hectáreas en terraje en la finca de Francisco Abellán, al uso y costumbres de aquella época. (de 6/1 en bodega);

Sobre 1977, compré mis primeras tierras en propiedad, en la jimena debajo del cerrico del oro, entonces puestas de viña, en la actualidad olivos.

Aproveché la 1ª reconversión del viñedo que hubo en nuestro país antes de entrar en la unión europea, y con ese plan adquirí nuevos terrenos en el paraje de la hoya torres o capellanía, metido ya en el término de Yecla, en la actualidad 23 hectáreas, mejores tierras de cultivo que en el ardal.

Teniendo viñas en el ardal en la finca de Francisco Abellán, en 1975, entre 18 agricultores y yo, tanto de Jumilla como de Yecla, se adquirió el pozo cerrico palustre, de esta sociedad fui presidente varios años, guardando muy gratos recuerdos de esta etapa.

A mis 33 años no había tenido una semana de vacaciones, y no conocía la playa, fue en unas jornadas de convivencias agrarias en torre pacheco, donde por fin supe lo que eran las vacaciones, bañándome por primera vez en el mar con mi mujer y mis cuatro hijos. A partir de aquí comencé mi actividad de sindicalismo y cooperativismo agrario, faceta de mi vida mucho más pública y conocida, no me arrepiento de mi trayectoria vivida tanto a nivel local, regional y nacional, labor que siempre he desempeñado paralelamente con el mantenimiento de mi explotación agraria.

Quedándome pendiente escribir parte de mis vivencias tanto agrarias a pie de campo, como sindicales siempre luchando por la dignificación del oficio, por si alguien tuviese a bien leerla.